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Задание 1. ЕГЭ-2014 - Задание A15: все задания

1. Задание#T25384

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Amadís de Gaula

Amadís de Gaula tiene ahora cinco años, se llama Bobby Lemond y vive con sus padres.

Papá Lemond, mamá Lemond y el niño Amadís de Gaula, nacido Bobby Lemond, solían pasar las veladas ante el aparato de televisión, viendo lo que las ondas quisieran traerles y comentando todo: los vestidos de la diva, los bigotes del galán, etc., etc.

Aquel día la familia Lemond estaba asistiendo a una novela emocionante. La verdad es que la novela de aquel día era algo que nada dejaba de desear y los Lemond — papá, mamá, y Amadís de Gaula se sentían felices e interesados, cada uno desde su butaca.

Pero el guionista del programa que ignoraba el caballeresco y sostuvo más tiempo una situación angustiosa para la heroína que iba a caer de un momento a otro en las garras del traidor y ... aquí vino lo malo. Bobby Amadís de Gaula se levantó en silencio, encendió la luz en el despacho de papá, abrió el armero, descolgó un rifle, lo montó y con paso de lobo para que el traidor no se apercibiera, se acercó hasta cuatro pasos de la pantalla, apuntó y ¡zas! le descerrajó un tiro a quemarropa que lo dejó temblando.

Mamá Lemond se cayó de espaldas, papá Lemond se vio atacado de un ataque de ira que tuvo que contener porque el niño no había soltado el rifle y el aparato televisor, hecho astillas, dejó de funcionar.

Cuando la paz se hizo, Amadís de Gaula, el último caballero andante, se acercó a sus padres, a recibir las felicitaciones por su noble comportamiento, pero en vez de felicitaciones, le dieron un par de azotes y le metieron en la cama sin postre.

Es posible que durante muchos años Bobby Lemond, Amadís de Gaula no se explique el raro reaccionar de sus padres que, según todas las apariencias, tomaron el partido del raptor y no el de la muchacha raptada, que hubiera sido más lógico y lo que Bobby Amadís de Gaula esperaba.

Pero sucede que cada generación tiene sus aficiones y hasta sus manías y sus puntos de vista, y los padres de Amadís, según Amadís desprendía de lo que venían haciendo, deseaban más ver al malo y el aparato de televisión en funcionamiento, que a la heroína en la libertad.

¿Por qué — pensaba Amadís en la cama, antes de quedarse dormido — habían hecho así? ¿Es que les era igual? ¿Acaso no veían que la iban a coger? No. Amadís de Gaula, Bobby Lemond, el último caballero andante pensará, que su gesto no fue entendido, porque las gentes, ¡ay! han olvidado los móviles que impulsan a las almas generosas, esos últimos corazones que funcionan alimentados por el fuego sagrado de ilusión. Y lo peor es que Bobby Lemond es posible que tenga razón. Lo que no será nada bueno para todos los demás.

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Al chico le conmovió el episodio en que...
  1. el guionista manifestaba el caballeresco.
  2. el guionista manifestaba el caballeresco.
  3. la vida de la protagonista se encontraba en una situación peligros.
  4. se encendió la luz.
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2. Задание#T15249

Прочитайте текст и выполните задание.

Mario y Pedro están sin un duro desde hace rato y no es que se quejen demasiado pero bueno, ya es hora de tener un poco de suerte, y de golpe ven el portafolio abandonado y tan sólo mirándose se dicen que quizá el momento haya llegado. Está solito el portafolio sobre la silla arrimada a la mesa y nadie viene a buscarlo. Ha llegado el momento porque el café está animado en la otra punta y aquí vacío y Mario y Pedro saben que si no es ahora es nunca.

Portafolio bajo el brazo, Mario sale primero y por eso mismo es el primero en ver la chaqueta de hombre abandonada sobre un coche. Una chaqueta espléndida de excelente calidad. También Pedro la ve, a Pedro le tiemblan las piernas por demasiada coincidencia, con lo bien que a él le vendría una chaqueta nueva y además con los bolsillos llenos de billetes. Mario no se anima a agarrarla. Pedro sí aunque con cierto remordimiento que crece al ver acercarse a dos policías.

Esta no es una tarde gris como cualquiera y pensándolo bien quizá tampoco sea una tarde de suerte como parece. Son las caras sin expresión de un día de semana, tan distintas de las caras sin expresión de los domingos. Pedro y Mario ahora tienen color, tienen máscara y se sienten existir porque en su camino florecieron un portafolio y una chaqueta sport. Como tarde no es una tarde fácil, ésta. Algo se desplaza en el aire con el aullido de las sirenas y ellos empiezan a sentirse señalados. Ven policías por todos los rincones, policías en los vestíbulos sombríos, de a pares en todas las esquinas cubriendo el área ciudadana, policías trepidantes en sus motocicletas circulando a contramano como si la marcha del país dependiera de ellos y quizá dependa, sí, por eso están las cosas como están y Mario no se arriesga a decirlo en voz alta porque el portafolio lo tiene trabado, ni que ocultara un micrófono, pero qué paranoia, si nadie lo obliga a cargarlo.

Pedro decide ponerse la chaqueta que le queda un poco grande pero no ridícula, nada de eso. Holgada, sí, pero no ridícula; cómoda, abrigada, cariñosa, gastadita en los bordes. Pedro mete las manos en los bolsillos de la chaqueta y encuentra unos cuantos billetes y monedas. No le puede decir nada a Mario y se da vuelta de golpe para ver si los han estado siguiendo. Quizá hayan caído en algún tipo de trampa indefinible, y Mario debe estar sintiendo algo parecido porque tampoco dice palabra. Parece que nadie los ha seguido, pero vaya uno a saber: gente viene tras ellos y quizá alguno dejó el portafolio y la chaqueta con oscuros designios. Mario se decide por fin y le dice a Pedro en un murmullo: no entremos a casa, sigamos como si nada, quiero ver si nos siguen. Pedro está de acuerdo. Mario rememora con nostalgia los tiempos (una hora atrás) cuando podían hablarse en voz alta y hasta reír. El portafolio se le está haciendo demasiado pesado y de nuevo tiene la sensación de abandonarlo a su suerte. ¿Abandonarlo sin antes haber revisado el contenido? Cobardía pura.

Siguen caminando sin rumbo fijo para despistar a algún posible aunque improbable perseguidor. No son ya Pedro y Mario los que caminan, son una chaqueta y un portafolio convertidos en personajes.

Luisa Valenzuela, Aquí pasan cosas raras.

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Mario y Pedro se llevaron el portafolio abandonado porque…
  1. nadie venía a buscarlo.
  2. el café estaba lleno de gente por todos lados.
  3. llevaban mucho tiempo sin dinero.
  4. solían hacerlo con un poco de suerte.
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